Sus manos agarraron su pequeña cintura, acercándola a él. Podía sentir su corazón acelerarse, golpeando contra su pecho. El aire estaba cargado de anticipación y deseo, una mezcla embriagadora que hacía que su polla palpitara con una intensidad feroz.
El cuerpo de Li Nana era una obra de arte, cada centímetro de ella era perfecto en todos los sentidos. Sus tetas eran materia de leyendas, regordetas y redondas, con pezones que se endurecían hasta convertirse en pequeños cogollos erectos. No pudo resistirse a pasar un dedo por su piel suave e impecable, trazando la curva de su pecho con dedos reverentes.
Él sabía lo que ella quería, lo que necesitaba. Podía verlo en sus ojos, en la forma en que se lamió los labios y se mordió el labio inferior, en la forma en que su respiración se aceleró y su cuerpo tembló de excitación.
Quería saborearla, explorar cada centímetro de ella con su lengua. Quería hacerla gritar de placer, sentir su cuerpo convulsionarse en éxtasis mientras la follaba hasta dejarla sin sentido.
La empujó sobre la cama y su cuerpo se hundió en el lujoso colchón. Se arrodilló entre sus piernas, con los ojos fijos en su coño, tan rosado y húmedo. No pudo resistir la tentación, el tirón de su carne.
