La joven colegiala de verdad mexicana, miembro del cuadro de honor, estaba ansiosa por impresionar a su maestra. Había estado luchando con una tarea particularmente desafiante y sabía que necesitaba buscar su guía. Lo que no sabía era que su visita conduciría a un encuentro erótico que la dejaría sin aliento y rogando por más.
Cuando entró al salón de clases, los ojos del maestro se fijaron en los de ella y sus labios se curvaron en una sonrisa seductora. Le indicó que lo siguiera a su oficina, donde la verdadera lección estaba a punto de comenzar.
Cerró la puerta detrás de ellos y la tensión en el aire era palpable. El corazón de la joven se aceleró mientras lo veía desabrocharse la camisa, dejando al descubierto su pecho cincelado. No pudo evitar sentirse excitada mientras lo veía quitarse lentamente los pantalones, dejando al descubierto su polla gruesa y sin cortar.
La maestra le indicó que se quitara la blusa y ella dudó un momento antes de obedecer. Él tomó su mano y la llevó hasta el borde de su escritorio, donde la levantó sobre él.
Se inclinó y la besó profundamente, su lengua explorando su boca mientras lentamente recorría su cuerpo. Besó su cuello, sus hombros y sus pechos, haciéndola gemir de placer.
Luego deslizó un dedo en su apretado y húmedo coño, haciéndola jadear de sorpresa. Añadió otro dedo y ella sintió que una ola de placer la invadía.
Luego sacó su dedo y lo reemplazó con su polla, que deslizó lentamente dentro de ella. Ella ganó con dolor, pero él la ignoró.
