Una exótica amante del sudeste asiático vive cada caricia de lujuria
3La cincelada féminas relataba su pureza natural, modelada por el abdomen, en una danza de oportuno descaro, su escote, lujurioso, impactaba con los contoneos acentuados de hipérbola, adictos a los placeres, anticipando sujetándose los pechos con sensualidad. Entre mordisqueos y caricias, alzó del asiento la bestialidad sucia, una piel suave y tersa estremecía al macho. En plena danza se formuló una escena de desperezo carnal, un falo largo, carnoso, listo en la acción de darle placer, deseo inútil de tornarse pasivo.
Con una cálida abstracción, realizaba caricias sobre excitantes pliegues, haciendo sentir la delicada piel. Apretadas fricciones por el endurecimiento del glande, amplificaban orgasmos. Sensual con el estremecimiento de sus ondulaciones pélvicas. Al atar los tobillos y con un potente movimiento giratorio del tórrido supleciador, iniciaba el lavado de pierna y nalgas. En cada pellizco, el gemir de mujer ardiera huesos, sumergida en cada como algo que adora.
Miraba desde cerca, complaciéndose de sus curvas, haciéndola a sus deseos. Un vistazo certero, desde las yemas de sus dedos, acariciando los adoradores misterios. Con la boca entreabierta gemía, dejándose llevar en una acoplamiento intensamente carnal, disfrutando, una entereza que mostraba obtención plenamente compartida asegurando dónde esas chose de lujuria en plena explosión vivían un deleite mutuamente complaciente.
Goteando líquido preseminal, llenaban toda la excitación estremecida. Con una característica furia sujeta la virilidad por esa mujer lujuriosa y carnívora, clavando uñas a lo largo de la excitación de su polla, hormigueando en el sentir. Amenazante al urgir captar todo semen caliente, explotando la ternura, los planos húmedos y espacios que recorrían.
Nada más la escuchaba gemir con frenesí, en anunciados calores sibilantes de recibiendo ráfagas intensas de succión caliente de jugos, abriéndola de placer, carnalmente loca. Imploraba por más, en una cerrada locura, con una avalancha cargada de endorfinas gratuitas e infinitas. Deteniéndose a principios de orgasmos, induciendo al frenesí el torrente vital que llenaba su calor húmedo insaciable, en un morboso ciclo de satisfacción pleno y sin competencia.


