Mónica A era una chica nerd con gafas y amante de la ciencia. Pasó la mayor parte de sus días en el laboratorio, analizando datos y realizando experimentos. Pero cuando el sol se puso y las luces del laboratorio se atenuaron, la mente de Mónica se centró en algo más pecaminoso.
Tenía una obsesión secreta por ver vídeos porno calientes en línea. Le encantaba la forma en que se movían los actores, la forma en que sus cuerpos se entrelazaban en un frenesí de lujuria. No podía tener suficiente del contenido xxx, y sus dedos a menudo se paseaban por su coño mientras miraba.
Un día, Mónica se topó con un vídeo que cambiaría su vida para siempre. Era una escena de una hermosa mujer siendo follada por todos los agujeros. Sus tetas rebotaban mientras el hombre golpeaba su culo con imprudente abandono.
El corazón de Mónica se aceleró mientras miraba. Podía sentir el calor subiendo en su coño y sabía que tenía que tener la misma experiencia. Cerró los ojos y se imaginó en ese vídeo, con un hombre tomándola por detrás.
Al día siguiente, Mónica decidió hacer realidad sus fantasías. Fue a un sex shop local y compró un consolador que era casi tan grande como su antebrazo. Se lo llevó a casa y empezó a practicar.