Meary Hayakawa era una mujer astuta y seductora que sabía conseguir lo que quería. Y lo que quería, ahora mismo, era un buen polvo duro. Tenía a dos hombres en su punto de mira, ambos ricos y poderosos, y estaba usando su ingenio para chantajearlos para que le dieran lo que deseaba.
El primer hombre, un hombre de negocios de mediana edad con predilección por los vídeos porno japoneses, llegó a su oficina. Ella se sentó frente a él, con las piernas cruzadas y los ojos fijos en los de él.
«Señor Johnson, tengo información que creo que le interesaría», dijo, con una sonrisa astuta en su rostro.
Se inclinó hacia delante y sus ojos brillaron con interés.
«¿Que tipo de informacion?» preguntó.
Meary se echó hacia atrás, sin dejar de mirarle a los ojos.
«Tengo un vídeo, un vídeo xxx, de usted y su esposa. Un vídeo que estoy seguro sería devastador para su reputación si se hiciera público».
El rostro de Johnson se puso carmesí y Meary pudo ver el sudor que le perlaba la frente.
