Joven teen pinay se entrega al placer del viejo blanco

Una joven Joven pinay con toda la piel bronceada por el calor endulzaba el esparcimiento de los extrangeros. Tan suave manoseaba a su presa, que sin fijarse, se abría camino a una escena más descarada. Entre risas y largas miradas cómplices, todos los huesos que le surgían bajo la piel del anciano sucumbían bajo sus manos furiosas.

El anciano observaba como una flor abierta recibía su penetración sin pena ni verguenza. Habían escogido un sitio tranquilo al lado del agua, sin ser molestados. Cada roce del viejo blanco encendía más la pasión antigua de esa joven. Los gemidos removían el ambiente, con cada penetración daba la sensación que la respiraba más de la cuenta.

Con su lengua toque cada punto de placer. Cada gemido tenía destino. El anciano movía sus caderas y entendía cada palabra pronunciada por deseo y placer. Aquel muchacha traía su cuerpo, disponiéndolo al placer. Cada queja ante la falta de la penetración, si bien que el paso reconoce el ser de un apetito voraz de frutas prohibidas.

Un jadeo brotaba desde lo más profundo, y entre convulsiones y gritos era evidente que deseaban pararse. El viejo intenta llevar a su vértice el placer de una mujer de naturaleza joven y nacida sin estimulantes añadidos. Ambos tenían sus ojos cerrados en cada gemido que intentaba mutuo la bestia endurecida que cumplía todos los requisitos del placer. Sus corazones latían a un ritmo salvaje. Aunque sus miradas fueron lejos, ninguno podía negarse la quimera y tentación que ambos compartían y que casi les arrancó de una severa vida de lejanía, ternura y libertinaje. Cuando todo se desató, sentían que el placer había encontrado su vértice, sin alteraciones, gemidos y sin esperar, los suspiros inauguraban la culminación del rendezvous. jadeante, pero con un último esfuerzo final la muchacha explotó, manifestando un orgasmo digno de maravilla.

No queda duda, que un desenlace de esta naturaleza no deja medio cuartel. Habían hecho muy bien Gatito.