Iris, la deslumbrante rubia, yacía desnuda en su cama, con su largo cabello castaño cayendo en cascada sobre sus hombros. Estaba de humor para algo salvaje, algo que le prendería fuego al alma. Presionó reproducir el video porno y la pantalla cobró vida, revelando a una pareja perdida en el calor de su pasión.
La escena fue intensa, la cámara capturó cada latido de deseo mientras el hombre se enterró profundamente dentro del apretado coño de la mujer. Iris sintió un hormigueo en su propio coño, su clítoris palpitaba con cada embestida. Se agachó, sus dedos trazaron las curvas de su propio cuerpo y sintió el calor subir dentro de ella.
De repente, el hombre salió y metió su polla en la boca de la mujer. Iris observó cómo los labios de la mujer envolvían la dureza del hombre, sus ojos fijos en los de él. El corazón de Iris se aceleró al imaginar la sensación de tener una polla en su propia boca, el sabor de la semilla de un hombre en su lengua.
Se puso de pie, con los pezones duros y el coño empapado. Caminó hacia su mesita de noche y tomó el lubricante con la mano. Exprimió una cantidad generosa en sus dedos y los deslizó en su resbaladizo agujero. Ella gimió mientras se tocaba, imaginando la polla del hombre dentro de ella.
De repente, un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Se quedó helada, el corazón le latía con fuerza en el pecho. Se acercó a la puerta con cautela y le temblaba la mano al abrirla. De pie frente a ella había un hombre, con los ojos fijos en los de ella.
«Hola, Iris», dijo en voz baja y ronca. «Escuché que estabas de humor para algo salvaje».
Iris sintió que su coño se apretaba al verlo. Era alto, de hombros anchos y mandíbula cincelada. No llevaba nada más que un par de calzoncillos bóxer ajustados, e Iris podía ver el contorno de su polla a través de la tela.
«Adelante», dijo, su voz apenas era más que un susurro.
Entró e Iris observó mientras cerraba la puerta detrás de él. Podía sentir el calor aumentando dentro de ella, su coño palpitaba de anticipación.
