La puerta del dormitorio de su hija quedó abierta de par en par y el dulce aroma de la lujuria adolescente flotaba por el pasillo. Mientras me acercaba, pude escuchar suaves gemidos y el sonido de dedos golpeando contra una superficie dura. Abrí la puerta y la encontré parada allí, con las bragas bajadas hasta los tobillos.
«Papá, necesito tu ayuda», dijo, con la voz temblorosa de deseo.
No pude resistir la tentación. Di un paso adelante y la atraje a mis brazos. Nuestros labios se encontraron en un beso ardiente y pude sentir su cuerpo temblar de anticipación.
Pasé mis dedos por su suave piel, trazando las curvas de su cuerpo. Ella jadeó cuando alcancé sus senos y los apreté suavemente. Podía sentir sus pezones endurecerse bajo mi toque.
«Video porno, cariño», susurré, «Veamos algo que hará que me desees aún más».
Ella asintió con entusiasmo y la llevé a la cama. Nos instalamos y presioné reproducir el video. La visión de dos amantes adolescentes entrelazados en un abrazo apasionado me prendió fuego en la sangre.
Los ojos de mi hija se abrieron mientras observaba cómo se desarrollaba la escena. Ella tomó mi mano y la puse sobre mi regazo. Podía sentir su calidez contra mi piel y supe que esto era sólo el comienzo.
Cogí sus bragas y se las bajé hasta los tobillos. Ella se retorció de placer mientras yo acariciaba su piel suave y sedosa. Me incliné y la besé suavemente, mi lengua pasa por su vagina mojada pero lo mejor es cuando me corro.
