Azotea del hotel y la cabina de la sucursal, descúbrelo todo
0Una joven auxiliar de vuelo filipina, vestida con su elegante uniforme de trabajo, se encontraba en la azotea de un lujoso hotel. A su alrededor, el bullicio de la ciudad se percibía levemente, pertenece a una sucursal de aerolíneas ubicada en Europa. El brillo del sol bañaba la piel del hombre, un extranjero de piel blanca y aspecto robusto. La excitación entre ellos era palpable. Sucedió que, mientras vivían una noche loca, de repente el deseo irrumpió en ellos mientras se retiraban hacia la sucursal de la aerolínea en la que trabaja la joven, quienes por circunstancias del destino conocen ese lugar mejor que la palma de su mano.
La escena evolucionó rápidamente, con un beso apasionado. Sus lenguas se entrelazaron mientras sus manos se exploraban con avidez. El uniforme de la auxiliar de vuelo, impecablemente planchado, contrastaba con la lujuria desbordante que los consumía, todas las imágenes sexuales dentro de la misma oficina si ella lograba persuadir el ánimo del extranjero.
Ella, con movimientos precisos, se posicionó frente a la hipertrofiada hombría del extranjero. Su mirada, llena de deseo, se encontró con la de él. Tras un momento de tensión sexual, procedió a satisfacer cada uno de sus deseos. Sus manos firmes y delicadas guiaron su miembro hacia su boca, simulando dar el mejor servicio al mejor cliente. Los gemidos del extranjero resonaron en la silenciosa sucursal.
La auxiliar de vuelo, con su uniforme aún en su lugar, continuó su tarea con destreza y sumisión. Los sonidos húmedos y las sensaciones intensas hicieron que el hombre se aproximara cada vez más al clímax. Su respiración se volvió más agitada, y sus caderas comenzaron a moverse en sincronía con los profundos movimientos de su boca.
El extranjero, en un abrupto estallido de placer, eyaculó en la boca de la joven, su semen caliente y abundante ocupando todo el espacio de su cavidad bucal, la escena resultó mucho más erótica por los movimientos galantes que realizaba la mujer para evitar perder el mínimo detalle de ese intercambio. Con habilidad, ella tragó cada gota, su cara reflejaba la satisfacción del trabajo bien hecho y parecía gozar cada milímetro de piel que contemplaba de su cuerpo.
Finalmente, ambos se recuperaron del éxtasis, sus respiraciones volvieron a la normalidad, y una sonrisa cómplice se dibujó en sus rostros. La escena era el reflejo perfecto de deseo y sensualidad, aún quedaban innumerables capítulos que descubrir en esa historia.


